Actualmente vivimos y nos desarrollamos como personas en una sociedad que, de un modo u otro, fomenta continuamente el amor patológico y provocando en nosotros conductas de apego y dependencia emocional que acaban siendo dañinas. Psicológicamente hablando, lo correcto sería aspirar hacia sentimientos libres, que nos ayuden ya no solo a ser felices sino a desprendernos de nuestros miedos.
La dependencia emocional o afectiva, tal y como ya hemos explicado en uno de nuestros anteriores artículos, no está directamente relacionada con el amor sino más bien con el miedo. Llega a convertirse en una especia de adicción, que provoca que seamos incapaces de vivir sin tener eso que más deseamos a nuestro lado y al igual que sucede con el resto de conductas adictivas, provoca el llamado síndrome de abstinencia cuando nos vemos privados de esa relación, sea del tipo que sea. Es por ello que, para alcanzar la independencia emocional -también llamada autonomía afectiva– es necesario empezar a entender las relaciones de una forma sana y alejada totalmente de la posesión.
Cuando una persona logra sentirse bien consigo misma, tiene confianza en sus propios actos y aprende a resolver las dificultades de un modo más autónomo, consigue crecer emocionalmente y maneja de mejor forma los conflictos, perdiendo el miedo a equivocarse e incrementando a la vez su autoestima. Gracias a esto, tiene la posibilidad de entablar relaciones mucho más sanas y verdaderas, pues la independencia emocional es la única vía que asegura no caer en sentimientos o conductas que finalmente, terminarán por provocar necesidad o dependencia.
Ser independientes nos ayuda a conocernos mejor y a disfrutar de nosotros mismos, haciéndonos más auténticos y ayudadándonos a expresar mejor nuestros sentimientos. Por este motivo, es importante que no tengamos miedo a la soledad ya que ésta nos puede ayudar en muchas ocasiones a encontrar nuestras propias motivaciones y a saber qué es lo que queremos realmente en nuestra vida, sin importar lo que otras personas hagan o piensen. La soledad no siempre es negativa, sino que en muchos casos puede ser el trampolín de nuestro propio crecimiento personal.
Existen unos determinados sentimientos que son muy frecuentes y que probablemente nos impidan avanzar hacia nuestra independencia emocional como: el sentimiento de culpa (se produce habitualmente cuando somos incapaces de alejarnos de una determinada persona o conducta, pese a que nos impida ser honestos tanto con nosotros mismos como con los demás), la baja autoestima (aflora cuando tenemos dificultades para aceptarnos tal cual somos), el miedo a lo desconocido (es una tendencia natural en el ser humano, aunque hay que saber diferenciar entre aquello que nos perjudica y lo que realmente nos ayudará a alcanzar nuestra propia felicidad), y el miedo a la soledad (como hemos explicado en párrafos anteriores, la soledad no tiene que verse siempre como algo negativo, sino todo lo contrario).
También es conveniente tener en cuenta estas premisas que ofrecen desde el blog Mente Sana para lograr la independencia emocional y que nos gustaría compartir a nuestro modo con vosotros ya que son de mucha utilidad a la hora de empezar nuestro propio proceso de cambio:
Ser nosotros mismos:
Es fundamental que seamos siempre nosotros mismos. Siendo fieles a nuestra persona, permitiremos que otras personas elijan libremente si quieren permanecer a nuestro lado de un modo totalmente verdadero y, por tanto, duradero.
Aprender a amar, tanto a otros como a nosotros mismos:
Debemos aprender a aceptarnos y a cultivar nuestra propia autonomía. Es importante saber cómo quererse a uno mismo y por supuesto, como querer a otras personas sin miedo a tomar determinadas decisiones ni a equivocarnos.
Preguntarse de vez en cuando a uno mismo:
Cada cierto tiempo, tenemos que ser capaces de plantearnos a nosotros mismos cuestiones como: ¿Soy feliz con mi pareja? ¿Tengo el tiempo que necesito para mí? ¿Soy capaz de resolver los conflictos que van surgiendo en el día a día? ¿Estoy acostumbrado a tomar mis propias decisiones? ¿Me siento querido? ¿Qué puedo hacer para mejorar mis relaciones con los demás, para cambiarlas o abandonarlas por completo?
Dejar atrás el pasado y aceptar las pérdidas:
No hay que tener miedo a los cambios ni a las nuevas etapas que se vayan presentando en nuestra vida. Hay que tomar decisiones de manera contundente y evitando que el pasado nos cierre las puertas de algo nuevo. Aunque sea doloroso en muchas situaciones, lo importante siempre es seguir caminando.
Romper con el dolor y aprender del sufrimiento:
Las relaciones de dependencia nos impiden avanzar y siempre terminan por producir un dolor emocional que, con frecuencia, es difícil de sanar. Sin embargo, hay que saber valorar y aprender de ese sufrimiento para que en el futuro podamos disfrutar de nosotros mismos, encontrando así nuestra propia felicidad.