Nuestras emociones influyen irremediablemente en nuestro cuerpo, haciendo que éste transforme esa energía aumentado o disminuyendo la secreción de diferentes hormonas y, por tanto, creando una relación directa entre lo que sentimos y la forma en la que gestionamos cada una de las sustancias que están presentes en nuestro organismo.

En el artículo de hoy, vamos a reflexionar sobre la relación e influencia que tienen las dietas con los trastornos de la conducta alimenticia, también conocidos por sus siglas TCA, y porqué en muchas ocasiones el llevar a cabo un tratamiento o régimen enfocado a la pérdida de peso, puede ser el inicio para que la persona desarrolle un trastorno psicológico relacionado con la comida.

En la mayoría de dietas para adelgazar el consumo o la prohibición de determinados alimentos es el origen del trastorno, pues para muchas personas esa restricción es una forma de hacerlo más atractivo. Así pues, bastará con que nuestro cerebro sepa que hay determinados alimentos o cantidades que no podemos ingerir, para que sintamos unas ganas incontrolables de comerlos y es que, resulta tremendamente complicado cumplir rigurosamente con las pautas impuestas en una dieta basada en prohibiciones, también conocidas como dietas prohibitivas.

Las dietas restrictivas, que son las que se utilizan con mayor frecuencia para adelgazar y obtener resultados en un espacio corto de tiempo, tienen además otras consecuencias que afectan negativamente a nuestro cuerpo y nuestras emociones. Una de estas consecuencias es que alteran el metabolismo, lo que a la larga produce un efecto contrario ya que temporalmente, nuestro cuerpo se ha “acostumbrado” a recibir una cantidad inferior de comida y una vez la dieta termine, se desencadena el conocido como “efecto rebote”. El efecto rebote es muy común en personas que siguen dietas rápidas, que aseguran una pérdida de peso considerable en un corto periodo de tiempo ya que, una vez se recuperan los hábitos alimenticios anteriores, los kilos se recuperan rápidamente e incluso, pueden llevar a la persona a ganar más peso del que tenía antes de comenzar la dieta.

Otra de las consecuencias es la ansiedad, pues las dietas que se basan en prohibir el consumo de determinados alimentos, suelen producir ansiedad por ingerir precisamente esos alimentos prohibidos. En numerosas ocasiones, es la ansiedad la que lleva a las personas a comer compulsivamente y es por ello que, para perder peso de una forma controlada y duradera, lo más adecuado no es prohibir unos alimentos u otros, sino adquirir unos hábitos alimenticios saludables donde sea uno mismo quien decida personalmente qué alimentos son beneficiosos para su organismo, a la vez que placenteros.

Además de la ansiedad, las dietas también pueden ser el origen de otros trastornos emocionales y psicológicos como: depresión y/o frustración por no lograr los resultados deseados y/o prometidos, anorexia, bulimia, falta de confianza y de autoestima.

Nuestro estado emocional será, por tanto, un punto muy importante a tener en cuenta a la hora de modificar nuestros hábitos alimenticios ya que atravesar por situaciones difíciles y tener sentimientos o pensamientos negativos, puede ser un desencadenante para caer en cualquiera de los trastornos de conducta alimenticia que son más comunes en nuestra sociedad. Una vez se adquieren hábitos poco saludables y tanto nuestro como nuestra mente se acostumbran a ellos, es muy difícil hallas una solución que nos permita en poco tiempo y sin ayuda, acabar con ellos.

Se debe tener presente que, la comida al igual que los objetos materiales, no sirven para llenar los vacíos emocionales. Comer más o menos, no es una solución que ayude a equilibrar nuestros sentimientos, pero si además es una acción que no se lleva a cabo de manera esporádica, sino que lo convertimos en un hábito, puede desencadenar problemas muy serios tanto a nivel físico como mental.

Para lograr un cambio en nuestro cuerpo y mejorar nuestros hábitos alimenticios, lo más aconsejable es identificar nuestras propias necesidades interiores, aprender a expresar nuestros sentimientos y entrenar nuestra mente para aumentar la autoestima, ayudándola a mantener una actitud más positiva. Hablamos entonces de una “dieta emocional”.

La dieta emocional, tiene como objetivo impulsar la toma de conciencia para que la persona sea capaz de identificar en todo momento el tipo de emociones por las que atraviesa y las reacciones que éstas provocan en su cuerpo y mente. De este modo, podrá responder de mejor manera y dejará a un lado las limitaciones y los pensamientos negativos que le impiden controlar las cosas que le suceden. La culpa, la ira, la impotencia, la frustración o el dolor, son sentimientos que pueden llegar a causar un desequilibrio si no son tratados con la atención que merecen.