Vivimos en una cultura que siembra el miedo, educa en la dependencia emocional y fomenta este miedo a través de creencias que arrastramos desde la infancia y que consideramos intocables. Presas de estos sistemas mentales, variopintos según cada quién, experimentamos numerosos momentos de sufrimiento en nuestra cotidianeidad. Eva Mª Alba, co-creadora del programa de terapia grupal de crecimiento personal en Inspirando Transformación, nos explica e ilustra en esta entrevista cómo funcionan estos mecanismos de dependencia patológica y otros no tipificados como patológicos y de similares consecuencias destructivas.

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P: Solemos escuchar el término dependencia en relación a personas. Pero, ¿cómo se desarrolla este mecanismo hacia creencias que tenemos incorporadas desde muy atrás en nuestra vida?

R: Nos hacemos dependientes emocionales de nuestro sistema de creencias, en parte, porque bebemos de una cultura que aplaude el pensamiento único, racionalista y cartesiano. En función de este tipo de pensamiento simplista buscamos ser dueños y señores de todo lo que nos rodea con un único objetivo, que nada se escape a nuestro control, precisamente porque el miedo nos pisa los talones. Cuanto más fijo, cerrado y restrictivo sea nuestro pensamiento, nuestras ideas y puntos de vista que conforman nuestro sistema de creencias y nuestra moral convenientemente aprendida desde la infancia, más sentimos la eternamente buscada y ansiada sensación de seguridad. Es decir: más necesitamos sentir el poder de creer que dominamos la vida y a la naturaleza que nos rodea, ¿acaso no somos también naturaleza?

P: ¿Cuál es el origen de esta dependencia?

R: El miedo es el origen que conduce irremediablemente al apego, la soberbia y la prepotencia, esos sentimientos de superioridad enfermizos son las armas que forjamos desde niños por medio de la bare feet boy child 262103 - “El origen de cualquier forma de dependencia es el miedo”educación tanto familiar como social. Mientras que el individualismo constituye la bandera que hondeamos en esa batalla y sobre la que nos refugiamos. Paradójicamente, conforme crece el individualismo, también lo hace el miedo y la debilidad emocional para aceptar las cosas, ideas, ideales, creencias y puntos de vista diferentes al nuestro. Porque no tiene cabida otra cosa que no sea lo que uno piensa, es decir, que el otro o un funcionamiento diferente de pensamiento, deseos, moral o gustos, por ejemplo, ni se nos pasa por la cabeza que pueda existir. Los otros y lo que les sucede en la vida solo tienen nuestro permiso para ser un fiel reflejo de uno mismo, de nuestro mini yo (primitivo y temeroso) …

 

RITUALES QUE ESCLAVIZAN

P: ¿La dependencia emocional puede darse también hacia cosas o lugares?

R: ¡Claro! El mecanismo de dependencia emocional hacia cosas, lugares, ideas… tiene el mismo origen: un sistema de creencias y moral rígida y débil por estrechez de miras, que busca la repetición obsesiva como forma de sentir el placer de reconocer lo que sucede, de asegurarnos que todo se corresponde con nuestros esquemas mentales aprendidos. En otras palabras: construimos toda una serie de rituales que sostiene nuestra maltrecha seguridad aparente en el día a día. La cotidianidad se conforma de todos esos gestos, posturas, manías, hábitos y costumbres personales que nos esclavizan en esa búsqueda de seguridad-placer.

P: Y esta falta de flexibilidad nos hace sufrir…

R: Por eso cuando decimos «me has roto los esquemas” o “esto me ha roto los esquemas» “no puedo creerlo” “me sorprende que…”, nos estamos refiriendo a la conformación de nuestra estructura de pensamiento. Una estructura construida por una limitada acumulación de experiencias y deficitario desarrollo neuronal (5% del 100% de capacidad real cerebral) la cual configura nuestra capacidad de reacción ante lo que sucede. Lo que ocurre es que, si tenemos y trabajamos un pensamiento lineal, restrictivo e intransigente, no tenemos una buena capacidad de gestión emocional, y ello conlleva la dificultad para aceptar lo que sucede. Sencillamente porque necesitamos que lo que suceda se corresponda con nuestros esquemas para no sentir miedo y sus hermanos pequeños que son; la confusión, incertidumbre, pérdida de control… En esta situación, si no tenemos el control entonces algo puede hacernos daño, el mundo, los demás, lo externo…

P: ¿Podemos ser dependientes emocionales hacia una creencia y libres emocionalmente para entender las relaciones familiares, amorosas, de amistad y…?

R: La cultura tal y como la conocemos está construida sobre ideas dogmáticas, así que difícilmente puede uno ser dependiente de sus creencias y ser libre en las relaciones. Y es que esas creencias dirigen la forma de entender cómo nos relacionamos y, por tanto, la flexibilidad o la falta de ella en todas las formas de relación. El otro está demás, lo que nos importa en vigilar nuestra imagen personal.

 

NUESTRA RAZÓN POR ENCIMA DE TODO

P: El marco cultural y familiar donde crecemos, donde nos criamos, siempre es un marco con límites establecidos, que nos encuadran. ¿Podemos decir que es normal cierto grado de dependencia emocional y, por tanto, de falta de libertad?

R: Hay que diferenciar. Por un lado, tenemos la dependencia como raza, especie y como estado natural de unos seres que formamos parte de una cadena de infinitos eslabones, y que tenemos la

 

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responsabilidad de cuidar tanto del eslabón anterior como posterior (porque todos los eslabones son importantes). Por otro lado, está creernos que los seres humanos somos lo más importante de la existencia y, sobre todo, los demás están de más, a menos que sean útiles para nuestros intereses personales. En este sentido, la dependencia emocional como sociedad y la que consideramos patológica (habría que preguntarse que entendemos por lo uno y lo otro) lo que alimenta es el egocentrismo y, por tanto, el individualismo que no la individualidad. Esta forma de aferrarse a lo que uno cree y necesita creer (porque si no el miedo se hace presente) es la forma perfecta de frenar nuestro desarrollo como personas. Y si frenamos el impulso de crecimiento, sólo la obsesión, la enfermedad y la locura serán nuestras compañeras de viaje.

P: ¿Podrías darnos algunos ejemplos de dependencia emocional hacia cosas, ideas, creencias…?

R: Hay miles… Hacia el deporte, la comida, el trabajo, la imagen personal, la cirugía estética… pequeñas y grandes dependencias, pequeñas y grandes adicciones que no atrapan. “Que he tenido un bajón emocional, pues lo suplo con la comida”, “Que me siento vacío, perdido, pongo mi objetivo en hacer deporte hasta la extenuación o hasta que el cuerpo me pare tras múltiples lesiones”, “qué me duele el alma, pues recurro a múltiples cirugías para sentirme menos vacía o vacío…”. Hay pequeñas dependencias, incluso, que nos atrapan más de lo que pensamos: “voy al cine y no concibo ver la película sin comer palomitas, golosinas, etcétera”. Es un ritual y por tanto produce placer, que es lo que buscamos todo el tiempo “estoy en casa y estoy continuamente colocando las cosas y objetos de forma simétrica”

P: ¿Cómo sería una actitud libre en este caso?

R: Libertad emocional sería: ir al cine y no tener la necesidad de comer nada, ser libre para decidir y no depender de ese hecho para sentirme bien. Estar en casa y no tener que revisar que todo esté exactamente como yo quiero, hacer ese ejercicio de mover las cosas y sacarlas de su exactitud nos permitiría romper poco a poco la rigidez construida día a día.