La piedra

El distraído tropezó con ella.

El violento la utilizó como proyectil.

El emprendedor construyó con ella.

El campesino cansado la usó como asiento.

David la utilizo para matar a Goliat.

Y Miguel Ángel sacó la más bella escultura.

Sufrir es solidario?

El tema que quiero compartiros contempla uno de los espacios que el ser humano ha transitado a lo largo de su evolución como especie: el sufrimiento y por extensión el comportamiento que adoptamos cuando estamos frente a alguien aquejado de dolor en cualquiera de sus múltiples expresiones.

Lanzando una mirada antropológica, la necesidad de cualquier ser vivo pasa por sentirse protegido y cuidado desde su nacimiento. En el caso del hombre esta necesidad se dilata en el tiempo mucho más que en cualquier otra especie: al menos necesita un  año para caminar, doce para disponer de una cierta autonomía funcional y veintitantos para poder desarrollar su propio proyecto vital. Estos tiempos nos hablan de que una cuarta parte de la vida la invertimos en forjarnos una identidad personal que nos permita proyectarnos hacia la Vida. Somos una “especie necesitada”.

En cualquier momento de este periplo vital, la necesidad de vincularnos es básica. No somos seres acabados y requerimos del contacto para desarrollarnos y desplegar todo nuestro potencial. La vida en su constante cambio nos lleva a veces a situaciones donde surge el pesar, el sufrimiento…facetas de la existencia que nos llevan a buscar a otras personas para que nos consuelen, nos apoyen o sencillamente nos escuchen. La familia, los amigos se erigen en esos momentos en balones de oxígeno que nos ayudan a tomar otra mirada frente a “eso” que nos maltrae. La palabra es poder y nombrar lo que nos aflige frente a la mirada comprensiva de otra persona aligera el peso. Las penas compartidas se dividen por dos y las alegrías compartidas se multiplican, dice el refranero.

El sufrimiento nos habla de un estado personal de desazón permanente, dilatado en el tiempo, hablado y comentado de muchas formas y ante distintas personas con un resultado final: su persistencia. Ante esta situación la persona se ve en una parálisis vital: no puede avanzar pues no hay caminos, tampoco retroceder pues los viejos ropajes se han revelado caducos. EL apoyo de fuera tampoco funciona y a veces de puro cansancio y repetición nos da la espalda.

El espejo cultural

El hombre es un ser biopsicosocial y la cultura donde nace marca y condiciona lo que es tolerable y lo que no. Ciñéndonos a nuestro marco de referencia ciertos datos nos dan pistas. España es el segundo país del mundo en consumo de antidepresivos y ansiolíticos,  después de EEUU; es el primero en consumo de alcohol en Europa. Podríamos decir que nuestra cultura no lidia bien con lo displacentero. Ponemos parches y remiendos a todo lo que nos hace pupa, buscamos soluciones rápidas y varitas mágicas que nos saquen del atolladero…

Diferenciar entre dolor y sufrimiento me ha servido en mi vida personal para sentirme más integrado conmigo mismo y con los demás. Distintas crisis que he pasado me han llevado a ver el sufrimiento como un gesto gratuito de mi persona que se aferraba a patrones caducos, ideas prestadas y posicionamientos egóticos que mantenidos “ad infinitum” me mantenían en mi aparente ¿tranquilidad existencial? Solicitar ayuda (familia, amigos, terapia…) me sirvió por un cierto tiempo hasta que el  encuentro con mi alma (desvelada por los espacios dolorosos que caminaba) me regeneró y me dio nuevos bríos.

Como apuntaba en uno de los comentarios de la película “Intocable”, aptitudes maternalistas ante el sufrimiento pueden llevar a la congelación  y parálisis vital de la persona. Alargamos su padecer por una visión que mantiene el “status quo” de la persona como ser desvalido  e incapacitado; negando el hecho, de que cualquier ser humano en las condiciones adecuadas, puede alcanzar las más altos niveles de autorrealización. El dolor es un estado y como tal es pasajero. No nos podemos enfrentar porque no lo podemos ganar, al dolor lo podemos mirar y transitar por la vivencia que nos aporta. Al final eso es VIVIR.

Como decía el poeta libanés Kahlil Gibran: “el dolor es la ruptura del cascaron que encierra tu entendimiento”.

                                                                                              Adolfo Pascual